Editorial: Todos los bares y restaurantes anuncian en las redes sociales que vuelven a la actividad. También los comercios, profesionales, industrias y empresas. El Coronavirus Covid-19 tiene menos contundencia en su contagio y ha perdido capacidad de infectar. Está ahí por supuesto, cada día refleja en la estadística que permanece al acecho. Ayer protagonizó 246 enfermos, muchos de ellos pasarán la cuarentena en sus domicilios sin necesidad de ingresar en un hospital. Con lo datos en la mano los residentes en este país creen que el turismo puede volver por sus fueros. Vuelan los aviones, navegan los barcos. Llueve menos, el drama se minimiza un poco.

Dijo el sabio, “Jamás cambies lo que más quieres en la vida por lo que más deseas en el momento, porque los instantes pasan, pero la vida sigue”. Al hilo de todo lo que nos ha pasado recuerdo la frase del gran Eduardo Galeano que sentenció en los primeros compases de la deshumanización, “Si la naturaleza fuera una entidad finaciera/banco, ya la habrían salvado”. Por eso es importante dirigir nuestro futuro hacía cimientos que tengan raíces de nuevo en nuestra propia tierra, habrá que darle un corte de mangas a las multinacionales y su deslocalización.

Cuando el filósofo explicaba a sus alumnos sentado en las escaleras y jardines de la Universidad, para contextualizar una clase al aire libre decía, “El enfado es algo pasajero, pero la decepción es mucho más grande, peligrosa e incluso imperdonable”. No podemos pasar de largo que la ciencia tenga investigadores entre miles de virus, algunos de ellos animales peligrosos como el COVID-19. Deben esmerar en el futuro su custodia y desarrollo. Apostar en las investigaciones solo por la salud, otros aspectos son muy perjudiciales para una humanidad muy frágil.

En aquellos días de cólera, oscuridad, miedos, incertidumbre, confinamiento. Cunado eramos juguetes rotos ante una bestia que saturaba hospitales y cementerios, una persona me dijo, “Si salimos de esta, el mejor consejo que te puedo dar es que corras sin detenerte por tus sueños y hazlos realidad, ya has visto que la vida de todos puede cambiar en un solo momento, segundos, debemos ser felices antes de que otros vuelvan a jodernos nuestra libertad”. Y luchar para que la naturaleza y los humanos volvamos a llevarnos bien, concluía.

He paseado estos días por Cala Morlanda, Cala Petita, Sa Coma, Cala Millor, Porto Cristo, Cala Murada, Cala Magrana. Las aguas cristalinas y hermosas me han trasladado a un sueño. Es muy fácil bañarnos en el mar después de ducharnos y quitarnos las grasas protectoras, arreglar todas nuestras depuradoras para que no caiga ni una gota de suciedad de las fecales, permitir la regeneración de nuestro entorno, no realizar vertidos de ningún tipo, pescar si es necesario respetando el equilibrio y la regeneración de las especies. En definitiva no maltratar una naturaleza que está ahí para disfrutarla y admirar su belleza. La salud del alma sin contradicciones y en paz es muy necesaria.

Recibo una llamada llena de vigor y optimismo de un compañero de tareas informativas y me intenta convencer que le hemos ganado la primera y gran batalla al virus y que los protocolos de la distancia social, mascarillas y limpieza de manos ha sido como un milagro. Sumado claro está a la subida de las temperaturas y este clima que lo ha paralizado en parte. Que para cuando lleguen los riesgos en otoño, ya sabremos convivir con este impresentable, además cree que la vacuna llegará antes de los pensado y sobre todo tratamientos que impidan llegar a la UCI y sus posteriores consecuencias para la salud.

Sabe que yo soy un optimista convencido y ejerciente. Pero hubo una tarde que le mostré mis dudas. Detrás de este virus hay muchas incógnitas, oscuridades e intenciones. China quería ser la primera potencia mundial (ya es gracias al virus) y grandes fortunas y multinacionales americanas jugaban en ambos bandos. Ahora han comprado empresas estratégicas en varios continentes, se han arruinado decenas de países claves, y China ha pasado a ser la nación más poderosa. Sin un solo disparo. Los virus no pueden convertirse en las futuras bombas atómicas. No merecemos castigos tan descomunales. Rafael Gabaldón San Miguel.